¿Quedan dudas? La derecha hace un siglo que no consiente que gobierne la izquierda y si por una de esas cosas de la vida llega un presidente que no sea de su bandería, se intenta acabar con él acudiendo a los métodos que tengan a mano: la mentira, el insulto, la agresión a todo el que le apoye; lo que haga falta. La derecha se considera desde siempre la legítima propietaria del país y por tanto la única llamada a dirigirlo como sea. Así ha sido desde tiempo inmemorial.
En febrero de 1936 hubo elecciones que la derecha esperaba ganar aprovechando la inestabilidad social. Como no fue así, el mes de julio los milicos dieron un golpe de Estado, que supuso 40 años de reposo porque al fin y al cabo los suyos ocupaban el poder. Apenas murió el dictador empezaron de nuevo, atacando incluso a un hombre honrado, Adolfo Suárez, que originalmente pertenecía a su bando, pero que llevó a cabo acciones que no podían consentir sin alterarse. Por eso lo acosaron hasta que consiguieron que dimitiera. Y no contentos con esa dimisión y para curarse en salud intentaron un golpe de Estado llevado a cabo por un ridículo e iletrado personaje, un tal Tejero.
Llega 1982 y gana las elecciones con amplia mayoría Felipe González, candidato del PSOE. Tardó poco el cabecilla del PP en hacer conocido el eslogan “váyase, señor González”, que repitió mil veces. El mayor rufián de la política española hasta entonces no podía soportar aquella dilatada permanencia de su rival y apenas podía esperar a que acabase su mandato que, para colmo, abarcó varias legislaturas.
En dos de las que siguieron, el presidente, que pertenecía al PP, aprovechó su mandato para meternos en la guerra de Irak y hablar español con acento tejano (?) tras ser invitado unos días por el presidente de USA George W. Bush a su rancho de Tejas. En 2004 gana las elecciones José Luis Rodríguez Zapatero tras un terrible atentado yihadista que costó la vida casi a 200 personas y dejó heridas con secuelas a bastantes más. Precisamente ese atentado sirvió de base para descalificarlo, intentando ensuciar la atribución de autoría, calificándolo de tonto -Bambi lo llamaban-, y eso fue una acusación permanente. Llegaba una crisis económica terrible que él no supo prever y eso sirvió para que tras convocar elecciones anticipadas llegara −¡al fin!- la derecha al poder.
El presidente Mariano Rajoy que presentó el PP, resultó un hombre pasivo, con poca iniciativa y proclive a la corrupción, todavía está sin resolver legalmente quién era el tal “M. Rajoy” citado en los documentos incautados a los corruptos confesos. Pedro Sánchez tuvo que atravesar numerosas vicisitudes y dificultades, a veces patrocinadas por sus compañeros de partido y finalmente en 2018, triunfa una moción de censura de la que sale como presidente este candidato. A pesar de ser esta moción un instrumento previsto por las leyes y por lo tanto perfectamente legítimo, de inmediato fue calificado de “okupa” por la derecha. No daban su visto bueno a la izquierda.
No era lo único: menudeaban los broncos insultos a los que tan aficionado son en el PP y de momento lo apodaron “Falconeti” porque usaba el avión Falcon en el que desde Aznar se desplazaba el presidente del gobierno. Fue una cascada de apodos, insultos, difamaciones… nada era tabú para los dirigentes de la derecha que, poco a poco, se fueron envalentonando e inventando nuevas descalificaciones. Esto redundaba en el envalentonamiento paralelo de sus partidarios, que fueron adquiriendo suficiente atrevimiento como para agredir físicamente a cargos del PSOE y atacar sus sedes locales.
En las últimas elecciones generales difundieron el lema “que te vote Txapote”, que era un antiguo dirigente de ETA, haciendo referencia con ello a sus acuerdos puntuales con Bildu, un partido legal con representantes en el Congreso de Diputados. En esas elecciones el PP sacó más votos que el PSOE, pero según nuestra Constitución el presidente de gobierno sería quien consiguiera más alianzas, con lo que de nuevo salió elegido presidente. La derecha se sentía con la miel en los labios, segura de ocupar la presidencia y aquello le pareció una fechoría sin nombre, así que de inmediato comenzaron una campaña de insultos y descalificaciones en las que destacó un tal Miguel Ángel Rodríguez a través de la presidenta de la Comunidad de Madrid, una extraviada ignorante y chulesca llamada Isabel Díaz Ayuso.
Para esta mujer nada estaba fuera de lo permitido a la hora de atacar al presidente de Gobierno, algo que en ningún caso habría sido su atribución pues supuestamente quien debía dirigir los ataques al gobierno debería ser el llamado jefe de la oposición, pero este era poco imaginativo y bastante cobarde y permitió que ella ocupase su lugar en estos menesteres.
Han practicado el acoso a la sede del PSOE en Madrid durante semanas, miles de personas con actitudes y eslóganes amenazantes y muñecos que representaban al presidente, golpeándolos con palos hasta destrozarlos.
Así llegamos a nuestros días, en que el dirigente de un mal llamado ‘sindicato’ −¿dónde están los ‘afiliados’?−de extrema derecha que ya había sido encarcelado por mentir, interpone una demanda contra la esposa de Pedro Sánchez acusándola de corrupta sin aportar prueba alguna y basándose, según sus propias declaraciones, en noticias y rumores que habían llegado hasta él. Ante esto y comprensiblemente, Pedro Sánchez arroja la toalla, suspende su agenda oficial y anuncia en carta dirigida a la ciudadanía que se toma cinco días (hasta el lunes 29 de abril) para decidir si deja la presidencia. El PP aprovecha para atacar también a su padre, su hermano y su suegro por presuntas corrupciones. Otra asociación de ultraderecha llamada Hazte Oír ha presentado una nueva denuncia también contra la esposa, al comprobar cómo afecta al presidente este tipo de acción.
Me parece improcedente la decisión, aunque entiendo la reacción, pues es difícil aguantar los ataques diarios sin terminar quebrándose. Mucho me temo que efectivamente abandone la presidencia este hombre, autor de un libro titulado "Manual de resistencia", al que por cierto yo no voté en las últimas elecciones, porque no me gustan algunas de sus decisiones y gestos, pero estoy dispuesto a volver a darle mi voto si las encuestas dan por ganadores a la derecha y extrema derecha aliados. Todo antes que colaborar a la llegada de los ineptos y rufianes de esos partidos.