11 febrero 2010

Español para españoles (6)

¿Cuál era mi propia actitud ante las cuestiones idiomáticas hace 20 ó 30 años? Pues posiblemente la misma que la del noventa y nueve por ciento de las personas en este momento. La siguiente pregunta que me hago es ¿por qué modifiqué mi actitud y actualmente cada barbaridad que tengo que oír me ofende casi como una agresión personal? Supongo que sin duda la edad es determinante, pero también la toma de conciencia que la suele acompañar, quizás por influencia de quienes poseían más conocimiento que yo y, definitivamente, por esos dos libros recopilatorios en los que el académico Lázaro Carreter criticaba burlona y duramente tanta burricie como se comete con la lengua de todos. Conmigo consiguió lo que pretendía.

Por ejemplo, ¿cómo es que no está penado ese genocidio gramatical que consiste en la supresión del artículo en las expresiones partitivas? Me refiero a las que son del tipo “la mayoría de los españoles”, “el resto de los asistentes”, “el 90% de los votantes”, etc. Son expresiones que podemos oír permanentemente en la radio y televisión, leer en eso que hoy llamamos periódicos y hasta, hace pocos días, pude escuchar a un niño de no más de ocho años cometiendo ese error. Es inútil que la RAE y otros organismos recomienden abandonar ese hábito, el daño está hecho. 

¿Sabe alguien la razón de esa supresión tan exitosa entre todos los hablantes?, ¿tanto trabajo da decir, por ejemplo, “la mayoría de LOS españoles”? Tengo que confesar que no tengo la certeza de nada, pero sospecho que fue importada sin licencia por alguien o algunos que querían imitar la expresión similar en lengua inglesa, dando a entender con eso que estaban tan sumergidos en esa otra lengua que hasta contagiaban una de la otra. En realidad da igual, el caso es que triunfó entre los hablantes que, dominados al parecer por la pereza, respiraron aliviados al comprobar que podían evitarse nada menos que un artículo. Pese a lo que alguien pueda pensar, “eso” no es evolución natural del lenguaje.  

Hablando de contagio, hay otra palabra que poco a poco se está asentando en nuestro idioma con un sentido erróneo que sí es acertado en inglés. ¿No recuerdan aquello de “se colapsaron las Torres Gemelas…”? Fue uno de los daños colaterales de aquel atentado terrorista, provocado por un traductor cretino, y ahora es normal que los telediarios, cuando quieren expresar que un edificio se derrumbó, lo hagan echando mano de ese barbarismo y repitan como papagayos “el edificio colapsó”, porque ahora, para los medios, las cosas no se derrumban, sino que colapsan, olvidando que en castellano ese verbo indica fundamentalmente paralización.

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