15 marzo 2010

Mártires

Señor, cuánto cuesta permanecer en silencio con una jerarquía eclesiástica que se levanta cada mañana estudiando cómo provocar enfrentamientos entre los ciudadanos y bilis en quienes no vemos con buenos ojos ese permanente esfuerzo por imponer su presencia y sus prédicas a la totalidad de la sociedad.

Leo en el periódico de hoy que el papa Benedicto XVI quiere presidir “una gran beatificación de mártires de la Guerra Civil” en su prevista visita a España en 2011. Estamos hablando de una cifra que ronda los 800 nuevos beatos y, según el periodista Jesús Bastante, experto en estos temas, esos procesos son “ejemplos de reconciliación”. Nada menos.

Soy partidario de que la Iglesia haga lo que le parezca con sus fieles y con sus mártires, pero tengo derecho a opinar sobre todo esto porque se trata de una clara intromisión en la vida civil del país y sucede que los millones que esa visita va a costar, son sufragados con los impuestos que todos, creyentes y no creyentes, pagamos.

No entiendo tampoco la boba pasividad y colaboración del gobierno en la organización y financiación del evento, porque es cierto que sigue habiendo un elevado número de españoles que profesan –es un decir- la religión de la que ese señor es representante, pero no es menos cierto que también es elevado el número de los que han dado la espalda a ese club y que ese número sería más visible si el gobierno articulara un método, a escala nacional, que permitiera y encauzara la apostasía que muchos desean ejercer, un propósito casi inviable en la actualidad.

Resulta que ahora se están investigando –también está en la prensa de hoy- a nada menos que 3.000 sacerdotes por acciones de efebofilia -así lo denominan en el Vaticano- y pederastia. ¿No sería más lógico que el santo padre dedicara su tiempo a investigar, castigar y evitar en lo sucesivo toda estas perversiones del clero y dejara en paz a esos supuestos mártires que, en su mayoría, se limitaron a ser víctimas de unos bárbaros que no comprendían que la solución a los abusos de la Iglesia debía venir de mano de las leyes y no de la ejecución de sus fieles?, ¿no sería más justo que pasaran a ser considerados mártires todos esos menores, muchos miles, víctimas del desenfreno del clero?, ¿qué tal simultanear las 800 beatificaciones con 3.000 excomuniones, condenas públicas y expulsiones de esos degenerados?

Nunca la Iglesia ha sido demasiado escrupulosa a la hora de elevar a los altares a sus miembros y ahí están como ejemplos las beatificaciones masivas de los últimos años y las individuales del tipo del fundador del Opus Dei, pero creo que va siendo hora de que desde España se le recuerde que los grandes montajes deben llevarse a cabo en su territorio, el Vaticano, y que debe dejar de alterar la vida diaria de este país, uno de los pocos de Europa donde continúan campando por sus respetos, deseo y espero que no por mucho tiempo.

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