08 abril 2010

Español para españoles (13)

Cuando hago alguna crítica acerca del vocabulario o modismos de los hispano-hablantes americanos, un buen amigo mío salta enseguida protestando y argumentando que la lengua española, el castellano, es patrimonio de todos. Tengo que aclararle enseguida que estoy de acuerdo con él y que incluso entiendo que ellos no van a tener puesta la oreja a ver cómo optamos en España sobre las aportaciones que la lengua va requiriendo para su adaptación a los tiempos, pero entiendo que cierta homogeneidad sería deseable y que, lamentablemente, ellos están todavía más presionados por la omnipresencia del inglés de lo que aquí ya lo estamos, que no es poco, gracias fundamentalmente a esos periodistas incapaces de aportar nada, pero ávidos de falsa modernidad.

Sospecho, por comprobaciones que he podido hacer en alguna ocasión, que muchos de los barbarismos procedentes del inglés, no son importados por nosotros directamente desde EE.UU. (Gran Bretaña no cuenta para nada en el inglés que nos llega), sino a través de los países hispanos y, posiblemente, algunos de los vicios extranjerizantes que por allí han sentado plaza han sido re-exportados desde esta tierra de Cervantes, en donde previamente les hemos dado acogida.

La verdad, no sé quién es el responsable primero de la expresión “violencia de género”, pero aunque puedo equivocarme, veo muy probable que puesto que el asunto es actualidad periodística y social en España, haya sido aquí donde se ha optado por el barbarismo.

Es inútil que expertos en léxico y académicos hayan insistido mil veces en que las personas no tienen género, sólo las cosas, y que por tanto debe emplearse en su lugar “violencia de sexo”, pero quizás la inflamada imaginación de muchos les ha hecho pensar que esta expresión, la correcta, parece aludir más bien a violencia ejercida utilizando el miembro viril, algo realmente pintoresco.

Sea cual sea la razón, lo de “violencia de género” ha venido para quedarse y es la expresión que, sin excepción, se emplea en los medios de comunicación, en el gobierno y hasta en los procesos judiciales consecuencia de los casos que casi a diario se producen y hacen público. Otro caso más de “violencia lingüística” que queda impune, porque no cuenta con una abogada defensora como la llamada Bibiana Aído, que más bien pertenece al grupo de los asesinos lingüísticos en serie.

Es lamentable, pero al desconocimiento y atropello del idioma no sólo no se le otorga ninguna importancia, sino que quien comete esos atropellos se contonea, porque considera que esa falta de preocupación por la gramática le acredita como un espíritu libre e independiente.

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