03 enero 2011

Lo correcto

Estamos hartos de escuchar o leer continuamente referencias a “lo correcto” o más concretamente a “lo políticamente correcto”. En la búsqueda de ese supuesto respeto a todo bicho viviente, los políticos y sindicalistas se precipitan en la suprema burricie al decir eso de “españolas y españoles”, “trabajadores y trabajadoras”, etc., porque la moda requiere que se ponga la máxima atención en complacer la ignorancia y los bajos instintos de ciertas feministas que en su –en principio justo– afán reivindicativo, olvidan que el idioma y su gramática existen hace mucho y que por lo tanto no es posible forzarlo o rehacerlo a capricho de nadie. 

En realidad no son sólo esos servidores públicos los que intentan complacer a todos al precio que sea, sino que conozco a bastantes personas aparentemente normales que han abrazado la causa y se han sumado a la práctica de esos despropósitos con un empeño que sería de agradecer en otras tareas.

No es ni muchísimo menos el feminismo el único asunto sobre el que se aplica el esfuerzo de lo políticamente correcto y, aunque habitualmente no nos paremos a pensarlo, hay infinidad de temas que requieren andarse con pies de plomo, porque hemos pasado de la más absoluta falta de consideración hacia lo excepcional, al empeño en igualarlo y tratarlo como si fuese lo más normal del mundo. Lo cierto es que no hay cuestión que no sea objeto de “rediseño” al hablar de ello.

Por ejemplo, hace tiempo que los porteros de fincas ya no se llaman así y reciben la denominación de “empleados de finca urbana”, como si eso modificase el hecho de que tienen que sacar los cubos de la basura y aguantar las impertinencias del vecino del 3º izquierda. Las asistentas –un nombre al que no le veo sentido peyorativo alguno son ahora “empleadas domésticas” sin que por supuesto eso signifique que no deban limpiar el polvo o los suelos de la vivienda a la que acuden a trabajar. Me pregunto cuánto tardarán los tres reyes magos en ser los tres mandatarios y mandatarias magos y magas.

Los maricas son ahora “gays”, que es más o menos lo mismo, pero en extranjero, lo que según parece, suena mucho mejor. Los enanos son “personas de talla reducida” con lo cual es de suponer que ya acceden a cualquier puesto de trabajo o a las relaciones sentimentales –por poner dos ejemplos como cualquier otro mortal. Se persigue con saña cualquier tarea que desempeñen por ser como son, y pese a sus protestas –he podido leerlas en la prensa se empeñan en eliminar los espectáculos donde antes podían trabajar. Por supuesto, esa sevillana cuya letra decía “me casé con un enano, salerito…” queda borrada del repertorio y ¡ay! de aquel que se atreva a cantarla.

Los refranes y expresiones deben ser eliminados y olvidados, porque decir eso de “trabajar como un negro”, “engañarle como a un chino”, “hacer el indio”, etc. es claramente racista y por lo tanto, si usted se permite la cita queda expuesto a una demanda judicial. Sigue siendo válido lo de "hacerse el sueco", porque los de esa nacionalidad están fuera de toda sospecha como víctimas de racismo.

No hace mucho sentí nostalgia de los tiempos de mi niñez y me empeñé en encontrar las películas de Walt Disney de su primera época, antes de que la aparición de los ordenadores en la animación diese lugar a la producción en serie, y dicho sea de paso, sin alma. Enseguida me di cuenta de que los doblajes no se correspondían a los que yo recordaba y busqué una y otra vez aquellas versiones, porque me parecían mucho más apropiadas. Al fin, en una página web encontré la explicación de esa misteriosa desaparición: resulta que las canciones y argumentos de esas películas son considerados extremadamente machistas y por lo tanto se modifican las letras, se elimina lo que se puede y se procura extender un manto de olvido sobre aquellas historias. Pensemos; en Blancanieves… ella limpia la casa, hace las camas y la comida y aguarda la vuelta del trabajo de los enanitos ¿¿dije enanos?? que son los que trabajan fuera de casa y eso resulta un insulto para la mujer actual. En Cenicienta, ella debe esperar sumisamente a que el príncipe la saque de su situación de inferioridad social y maltrato familiar. En La Bella Durmiente, idem de idem, etc. etc.

Hay que reescribir la historia y los cuentos y con ellos puede que por un corto periodo llevemos la tranquilidad al ánimo de tanto memo –y mema que se empeña en que las cosas no son como fueron, olvidando que salvo en la novela “1984”, el pasado no se puede rehacer.