24 junio 2011

Liberalismo cañí

Procuro evitar citar de manera nominal a ningún político, pero se me hace imposible tratar del tema sobre el que hoy quiero escribir, sin hacer referencias directas.

Decía Esperanza Aguirre durante la primera legislatura de Zapatero, cuando el desempleo estuvo más bajo que nunca: «Vale la pena citar el caso de Irlanda: hace sólo 25 años, Irlanda era uno de los países más pobres de la Unión Europea. Sin embargo, hoy, en 2006, Irlanda es el país más rico de la Unión Europea, tras Luxemburgo. Hasta el punto de que Irlanda, que desde el siglo XIX siempre había sido un país de emigrantes, se ha convertido en país de acogida de inmigrantes. Y este milagro económico tuvo su origen en políticas liberales. Es decir, en las bajadas de impuestos, en los recortes del gasto público, en el equilibrio presupuestario, en la liberalización de la economía y en la apertura a las inversiones extranjeras y al comercio internacional.»

Bueno, no he visto un recuerdo de ese discursito en la voz de su amo, también conocida como Telemadrid, pero ahí están las hemerotecas de uno y otro lado para respaldar que esto fue dicho no una sino mil veces por Aguirre.
 
Y por cierto, creo que todos sabemos en qué acabó la aventura del llamado «tigre celta», de esa Irlanda que lanzada a la carrera del boom económico, se ha visto obligada a recurrir precipitadamente al rescate económico de la UE. Curiosamente, durante ese tremendo éxito tan bruscamente interrumpido, no tuvieron tiempo ni ganas de invertir en infraestructuras y hoy Irlanda –lo sé porque he estado de visita la semana pasada– apenas dispone de algo que merezca ser llamado «red de carreteras», consecuencia natural de la falta de interés por lo público.  

Sin embargo, aquí tenemos a la abanderada del liberalismo culpando al gobierno central del desastre que supone el elevado número de desempleados, olvidando que si ella se colgaba las medallas cuando las cosas iban bien y mejoraba el empleo, sería deseable y consecuente que también se autoinculpe cuando las cosas van mal.

Da la casualidad de que la responsabilidad de ese número de parados no es en realidad culpa de Esperanza Aguirre ni de Zapatero, sino de los patrones y protectores del liberalismo que han hecho posible la catástrofe de la crisis mundial que venimos padeciendo desde 2008. Según está documentado y más que sabido –aunque no suficientemente aireado– esta crisis ha tenido lugar porque en su momento los lobbies bancarios norteamericanos se opusieron rotundamente a la creación de controles financieros que impidieran que llegáramos a esta situación.

Claro está que Esperanza Aguirre calla todo esto que sabe más que de sobra, porque la palabra liberalismo sigue disfrutando de un prestigio que no merece en absoluto, puesto que el liberalismo del que ella se considera integrante sólo persigue el beneficio de los muy privilegiados a costa del empobrecimiento de quien se ponga por delante; por decirlo claramente: de la gran mayoría de la población. Es fácil entender el deseo de riquezas, pero difícil de aceptar cuando se alcanzan cifras que van muy allá de lo que quien las posee puede precisar para él y varias generaciones de sus descendientes. En realidad es el poder y esa sensación de que millones de seres están sujetos a nuestro capricho. Quizás sea sentirse "dios".

Pues nada, continuemos maldiciendo la crisis, echando la culpa al que nos pille más cerca y alentando simultáneamente –dándoles nuestro voto a los que la producen y extienden, que vamos de cabeza al agujero de la pobreza general, con la desaparición de los beneficios sociales conseguidos durante muchísimos años de luchas y forcejeos. Mientras, contemplemos cómo las diferencias económicas entre pobres y ricos van aumentando... 

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