12 febrero 2012

Ebooks y otras hierbas

Hace más de un año, alguien –no recuerdo quién ni con qué motivo– me habló de esos nuevos trastos para la lectura de libros electrónicos; busqué información en Internet y me compré uno con actitud de sospecha (detesto los iPhone y demás), pero enseguida me conquistó y me hizo un adicto suyo.

El primer conflicto con el que tropecé fue el nombre que debería darle, pues soy muy puntilloso con la gramática y más todavía cuando planea sobre ella la colonización cultural –incultural casi siempre–. En rigor y puesto que es un invento que, como casi todo lo nuevo, nos viene de EE.UU. –aunque su fabricación sea inevitablemente china–, parece que lo que corresponde es llamar como ellos eReader al aparatito que nos permite la lectura de libros almacenados digitalmente en su interior, que son los que con propiedad deben llamarse eBooks

He buscado y pensado sobre alternativas al nombre que debería dársele en español y aunque he encontrado algunas ideas aceptables, lo cierto es que nuestra lengua es demasiado descriptiva y va a costar convencer a los hablantes que se refieran a ellos como “lectores electrónicos” y “libros electrónicos”. Encontré incluso algún hispanoparlante residente en California que contaba que se tomó mucho trabajo para intentar convencer a la gente de que llamara “correle” –así, como si tuviera acento argentino– a los emails, que no había obtenido ningún éxito y ya desesperó. A eso lo llamo ser un quijote, y me disuade de batallar en una lucha perdida…

El caso es que lo llamemos como lo llamemos me parece un invento fantástico a pesar de que yo también soy de esos que gustan de acariciar el libro que están leyendo, de poseerlo, de verlo en la estantería… pero lamentablemente casi desaparecieron las buenas encuadernaciones, el espacio en las casas es siempre limitado, no siempre está uno de humor para ir a la librería –hay cada vez menos– o a la biblioteca pública (a mí me edificaron una iglesia en el terreno adjudicado para esa biblioteca, pero esa es otra) y me entregué de lleno a la lectura en soporte electrónico -que alterno con libros de papel– y eso ha hecho que se duplique mi tiempo y oportunidad de lectura.

Empecé abasteciéndome de los llamados “libros piratas”, eso que ofrecen desde páginas web, porque no había en el mercado lo que quería y apenas compro libros electrónicos porque me rebelo contra el precio abusivo y sobre todo contra el DRM. Para quien no sepa lo que es esto último, le contaré que se trata de un recurso incorporado a casi todos los libros electrónicos que usted compra y que impiden que pueda dejárselo a un amigo o, simplemente, pasarlo a un nuevo dispositivo que usted mismo se haya comprado. Y hasta aquí hemos llegado: considero incuestionable que si yo pago por “algo”, ese “algo” pasa a ser de mi absoluta propiedad para que yo haga lo que me dé la gana con ello, salvo claro está dedicarme a su reproducción para obtener lucro ilícito con su venta.

Lamentablemente las almas del cielo que se dedican a escanear libros para ofrecerlos gratuitamente suelen ser indiferentes a las faltas del OCR (procedimiento de reconocimiento óptico de caracteres preciso para todo eso), a las faltas de ortografía y a las tan –por desgracia– abundantes faltas gramaticales o tipográficas en general. Por eso, cada libro que leo suele pasar por un proceso previo de “arreglo” y otro posterior a mi lectura, que alguna vez me ha llevado hasta diez horas (ya sé que soy un maniático en algunas cosas). De ahí que se me ocurriera la posibilidad de colocar el enlace a alguno de estos libros en el blog para que algún interesado aproveche mi esfuerzo.

Estarán normalmente en formato “mobi”, que es el básico del lector que poseo, pero que resulta muy fácil de convertir a otros, una vez arrebatados de ese maldito formato “pdf” –maldito cuando de libros se trata– y que es el responsable de tanto esfuerzo como debo tomarme, pues editarlo no es tarea fácil.

Se decía en La Codorniz –quien no sepa qué revista era ésta que pase estas palabras por alto–  que “donde no hay publicidad, resplandece la verdad”. Como esto no es publicidad sino información, diré que el mejor trasto disponible cuando escribo esto es el Kindle de Amazon: la mejor relación calidad-precio, la mejor calidad y el mejor precio. Eso sí, si se puede debe comprarse el modelo con teclado que sólo se vende por correo desde EE.UU., sin menospreciar el modelo sin teclado que se vende en España, algo más barato y servido más rápidamente. ¡Y a disfrutar con la lectura!

Si alguien quiere ampliación de esta información, que me lo haga saber y estaré encantado de suministrársela... si la tengo.

1 comentario:

Mulliner dijo...

Totalmente de acuerdo, tanto como que en este momento leo un libro de papel que compré de segunda mano y hoy precisamente he recibido la primera entrega de un club de libros del que me he hecho socio, ejemplar al que por cierto no le he encontrado todavía acomodo porque estoy a tope.