26 abril 2012

Miserables ladrones

Hoy, mientras leía las noticias en el periódico, he sentido cómo la rabia hacía subir la sangre a mi cabeza al saber que el FMI pedía a los países que ayudaran económicamente a los bancos, financiándolos. Sí, estoy hablando de ese FMI que contempla a los ciudadanos como si de ganado ovino se tratase y de esos bancos que no ven límite en su afán de exprimir a los clientes, que al fin y al cabo somos todos, porque hoy en día el sistema está estructurado de manera que cualquier ciudadano se vea obligado a confiar su dinero –poco o mucho– a estos bandidos y a permitirles que sean ellos los que lo administren.

Decía que ese FMI de ilustres presidentes –los tres últimos han sido Rodrigo Rato, Strauss Kahn y la actual, Christine Lagarde, buenas piezas– ha pedido esa ayuda para los pobres bancos, olvidando así lo mucho que los bancos llevan ya recibido de los distintos gobiernos y lo mucho que llevan robado a la ciudadanía, pero eso no parece importar, pues el FMI tiene entre los principios básicos declarados en su fundación la reducción de la pobreza, y es en ello que se empeñan continuamente, al menos en lo que se refiere a la pobreza de los infelices banqueros.

En nuestro amado país la banca ha sido todo un ejemplo de filibusterismo, devorándose entre sí y tragándose a los bancos pequeños hasta que el número de entidades actual es apenas una ínfima parte de las que había hace 25 años. También han conseguido que el último rastro de la banca pública –las cajas de ahorro– desaparezca como tal. Prácticamente no existe la competencia, porque ahora forman un desvergonzado oligopolio.

El Banco de España, que teóricamente vela por el correcto funcionamiento de los bancos, es apenas un cómplice y protector de ellos y por esa razón dicta normas que permiten asegurar una holgada ganancia a sus pupilos. Eso sí, el indeseable de su gobernador no cesa, desde que ocupó el puesto, de predicar la moderación salarial (de los demás). ¿Que disminuyen los préstamos e hipotecas y con ello las ganancias? No hay problema, se les sube las comisiones a los clientes y listo. ¿Qué los bancos necesitan todavía más capitalización? Pues el Banco de España cierra los ojos mientras esos bancos embaucan a sus clientes para que realicen inversiones que revierten en un aporte de capital barato y sin complicaciones. Hay quienes han sido engañados con esas inversiones, en las que el banco se compromete a devolver el capital después del año 3.000. ¿Increíble?: auténtico. ¿Piensan que es casualidad que el banquero más importante de España se llame Botín?

Dando ejemplo, el Banco Central Europeo que financiamos entre todos y que teóricamente tiene como función ocuparse de la estabilidad económica europea, se dedica fundamentalmente a prestar dinero a esos bancos a unos intereses mínimos, dice la prensa que al 1%, lo que supone que automáticamente esos bancos remuneren también mínimamente los depósitos de sus clientes, pues si el BCE ya les presta dinero barato, ¿para qué esforzarse en captar dinero de estos clientes ofreciendo unos intereses medianamente aceptables? De ahí que los réditos que usted obtiene por su dinero correspondan a intereses que oscilan entre el 0% de la mayoría y el "generosísimo" 1,20% con que le remunera ese banco sin oficinas que presume de enriquecer a sus numerosos clientes. Sí, hablo del ING.

¿Y todo esto, cómo puede ocurrir sin una reacción de la ciudadanía?, ¿cómo es que no colgamos por el cuello a todos esos que nos explotan y empobrecen? Pues es sencillo: no tenemos nada que ver con aquellos seres que asaltaron la Bastilla o el Palacio de Invierno, ¿es que no han leído La máquina del tiempo de H.G.Wells? En contra de lo que la mayoría piensa, no se trata de una novela de ciencia-ficción, sino de una acertada proyección de hacia dónde se encaminaba la sociedad cuando la novela fue escrita, y eso fue allá por 1895. En ella se explica a dónde llegan los individuos de una civilización cuando permanecen pasivos e inerme ante las agresiones, pasivos e inermes gracias a la debilidad y el hedonismo a los que fueron acostumbrados.

13 abril 2012

Sin final

Párense un momento a pensar, ¿no se han dado cuenta de que por primera vez en muchos años las noticias de economía están pasando al primer puesto en la atención de periódicos y noticiarios de televisión, superando casi al fútbol?, ¿es que eso no les alarma?

No sé si quienes vivieron el desastre económico de 1929 pasaron por algo parecido, pero no lo creo, porque aquello fue de mucho menor calado que lo actual y además los medios de comunicación no cubrían la totalidad del planeta, como sucede en la actualidad. Ya me he referido a este asunto en otra entrada, pero es que la intensidad del fenómeno va en aumento. No hay día en que los periódicos y la televisión no nos tengan en un sinvivir por aquello de la prima de riesgo, la posibilidad de un rescate económico de España, la caída casi diaria de la Bolsa, los recortes sociales, el peligro en que se encuentran la sanidad y la enseñanza públicas, la vulnerabilidad del sistema de pensiones, etc.

¿Es esto todo? Pues no señor, porque todo esto no es más que una confusa polvareda que: 1º) va acostumbrándonos a la idea de que la situación es irremediable y que mejor no resistirse y 2º) oculta la verdadera finalidad de tanto desastre; la desaparición de eso que llamábamos «estado del bienestar» –tampoco era para tirar cohetes– y la instauración de una sociedad que no tiene nada que ver con la que hasta ahora considerábamos como algo natural o aspirábamos a que lo fuera. Esto que estamos llamando crisis no es tal, sino una verdadera involución que implantará lo que bien podríamos llamar un nuevo orden mundial.

Quienes como usted y yo –o al menos una gran mayoría– nos alegramos en su día de la desintegración de la URSS, la caída del muro de Berlín y en fin, la desaparición de ese comunismo, no podíamos imaginar que, eliminada esa competencia al sistema capitalista, se dejaba las manos libres a quienes dirigen los resortes económicos del planeta para que establecieran el régimen que de verdad ambicionaban. Por eso en EE.UU. el 1% de la población ha llegado a poseer el 28% de la riqueza, por primera vez desde que se tienen datos; no tengo las cifras de España, pero algo debe significar el aumento en la venta de automóviles de lujo mientras disminuye enormemente la de los vehículos más modestos. A una gran mayoría no nos apetecía vivir en uno de aquellos países comunistas –la verdad es que atractivos no eran–, pero no nos dábamos cuenta de que aquellos regímenes estaban, aunque suene mal, “salvándonos el culo”.

Y es de cajón, además, ¿de verdad se creía que esos chinos, pakistaníes, indios, marroquíes, bangladesíes (con perdón), etc. trabajando por un salario de miseria no iban a afectar a nuestra propia vida? Si un empresario consigue que fabricar una unidad de lo que produce le cueste cinco en otro país, ¿a cuento de qué va a seguir pagando quince por el mismo artículo a los trabajadores de la fábrica de ahí al lado? Hasta el más lerdo se da cuenta de que el empresario sólo considerará dos alternativas: llevar a cabo eso que eufemísticamente llaman “deslocalización”, cerrando la fábrica local y trasladándola a ese otro país, o negarse a pagar ni un céntimo más a los paisanos de lo que cobran aquellos pobres esclavos del país lejano, para que lo fabricado aquí le cueste también cinco. O mejor cuatro, para compensarle los desvelos que todo esto le está ocasionando.

Olviden todas esas pamplinas del reparto de la riqueza, de la igualdad, de la mejora de las condiciones de vida, del "allons enfants de la patrie...". Esto es peor que la caída del imperio romano –también nos pilla en plena decadencia y hedonismo– y simplemente trae un cambio social que perdurará bastante más que cualquiera de los que ahora estamos vivos. Por primera vez en mucho tiempo, las siguientes generaciones, en vez de mejorar su nivel de vida respecto al de sus padres irán empeorando, al tiempo que recuerdan con envidia, nostalgia y desconcierto los tiempos pasados.

Dejen de esperar el final de la crisis, todo señala que esta vez no va a haber ningún final.

01 abril 2012

Vándalos

Leo en la prensa que algunos vándalos –es imposible que el daño lo produjera un energúmeno en solitario– han destrozado una pequeña glorieta del Parque de María Luisa en Sevilla (en la imagen), concretamente la glorieta de Rodríguez Marín de la plaza de América, un espacio concebido originalmente para el descanso y hasta la lectura, cuenta incluso con unos anaqueles de obra pensados para albergar libros allá por la fecha en que se construyó, hace casi un siglo. No es la primera vez ni, es de temer, la última, pues este parque, donde abundan los azulejos y la cerámica, es la víctima escogida con frecuencia para dar rienda suelta a esos instintos de bestias que poseen más individuos de los que cabría esperar.

Es triste tener que decir esto, pero el destrozo de objetos en este parque es casi diario y requiere siempre una inversión de dinero y tiempo bastante elevado, pues la cerámica destruida es realizada por artesanos a partir de los originales. En este caso, la reparación de éste y otros daños recientes en esa plaza han sido presupuestados en 44.000€. Todo ello a costa del contribuyente y a costa de emplear un dinero que sería mucho más lógico aplicar a otros fines más provechosos.

Desgraciadamente, se comprueba que es en el sur donde con más frecuencia se dan estas acciones, pues no he visto daños semejantes en el parque Güell de Barcelona (por poner un ejemplo) o en las numerosísimas construcciones recubiertas de artísticos azulejos que es fácil encontrar por casi todo Portugal, ¿hay más civismo o más vigilancia?

La existencia y proliferación de esta subespecie humanoide debe preocuparnos por lo que supone de peligro para el patrimonio común y por el desmesurado coste de su reparación, pero más aún debe preocuparnos la falta de una formación mínima de esos delincuentes y la impunidad con la que continúan actuando, porque es evidente que no puede haber una cámara de seguridad en cada rincón ni un policía detrás de cada ciudadano.

¿Qué es lo que está ocurriendo? Lamento decir que cuando yo era niño o jovencito estos destrozos no tenían lugar, claro que una dictadura como la que entonces sufríamos es un precio muy elevado que ni todos los azulejos del mundo merecen, pero no estarían de más unas leyes promulgadas ex profeso, que castigaran con elevadas sanciones económicas, servicios a la comunidad por periodos prolongados y hasta la cárcel estos delitos, pues resultarían ejemplarizantes para su evitación en un futuro. Sería interesante realizar un perfil psicológico de quienes cometen estas atrocidades, pero creo que sólo confirmarían lo que todos intuimos: hay en la educación escolar y familiar una excesiva permisividad que abunda en los “tengo derecho a” y escasea en los “tengo la obligación de”

No quiero olvidar la responsabilidad que la prensa tiene en los daños a la propiedad pública o ajena, pues estoy harto de ver cómo jalean a esos otros vándalos –«artistas urbanos» para esa prensa–, que pasean con sus sprays por la ciudad ensuciando todo lo que encuentran, porque grafitis artísticos hay pocos y aun así nunca deberían realizarse sin permiso del propietario de la superficie que se ensucia. Y conste que lamento que en esta ocasión mi opinión sea la misma que la de la actual alcaldesa de Madrid. Sí, me estoy refiriendo a esa señora que en ningún momento fue elegida democráticamente para ese puesto; nos ha sido colocada de matute como una magnificación del nepotismo.