27 noviembre 2013

Un día en la vida

Tengo la absurda costumbre al levantarme de hojear la prensa digital, desde Diario.es a El Mundo, pasando por El Periódico de Barcelona o El Correo de Andalucía, y la verdad es que no sé muy bien para qué lo hago. A veces, al encender el ordenador le digo a mi mujer en tono esperanzado voy a ver si se ha acabado el mundo, pero no lo digo en serio, pues es más que evidente que si así fuera no habría ninguna publicación donde leerlo y probablemente yo no estaría para hacer verificaciones, sino muy preocupado y ocupado por todo ese asunto del juicio final.

Digo que es un hábito absurdo porque lo único que consigo es hundirme más en el pesimismo y en el convencimiento de que si antes la cosa tenía poco remedio, cada día más parece que todos se empeñan en acelerar el desastre sin posible vuelta atrás.

Una vez que en cada periódico sorteo las numerosas noticias acerca de las aventuras privadas y avatares amorosos de los futbolistas, que es lo que de verdad le interesa al paisanaje, me sumerjo en lo que esa especie de profesionales llamados periodistas consideran que merece la pena ser lanzado al conocimiento del mundo.

De entrada, me tropiezo con que según "El País", la ministra Ana Mato le pide a la Iglesia que retire el libro Cásate y sé sumisa. Para quien no esté enterado, advertiré que se trata de una obra de una escritora italiana editada aquí con el apoyo del arzobispado de Granada y que si bien por su título ya parece una broma, responde a lo que cabe esperar de un arzobispado. La sorpresa es cómo esta ministra se atreve a reclamar la retirada de un libro, si su contenido parece estar en línea con su propia ideología religiosa y ella misma ha sido sumisa cuando por su casa aparecían coches de lujo traídos por su marido sin que ella osara preguntar qué era aquello. La única explicación es que no puede refrenar su instinto de censurar y quemar libros en vez de lo sensato y democrático, que sería mantenerse al margen, pues han de ser los lectores quienes les den la espalda o se lancen ávidos a comprarlo, allá cada uno. Se llama libertad.

“El Periódico” nos informa sobre el viaje de Artur Mas a la India, ilustrando la noticia  con un vídeo en el que puede verse al personaje luciendo una enorme guirnalda colorida del tipo que en las películas colocan a los viajeros por la Polinesia, pero ésta es más grande y al estilo hindú, supongo. No tuve la fortuna de conocer a Viriato-pastor-lusitano, pero parece que cumplió con su misión de salvar a los lusitanos y celtíberos de las garras de Roma. Este otro Artur-pastor-barcelano parece más bien dedicado a inventarse garras castellanas y viajar por Oriente soltando memeces a aquella pobre gente, que bastante tienen encima. Y además se queja de que "en la India no parecen estar muy interesados en el proceso soberanista de Cataluña" (¡no me diga!). En este fructífero viaje –en cuanto a número de memeces por ciudad visitada– ha llegado a establecer paralelismos entre los catalanes y la persecución a la que fueron sometidos los judíos o los esfuerzos de Gandi por obtener la independencia ante la tiranía británica. God save the queen y de camino que también salve a los catalanes de este mentecato.

En “Público” encuentro una noticia bajo el epígrafe de Cultura que es un claro exponente de hasta dónde ha llegado este país en cultura y modos. Se trata de un titular que dice textualmente Extremoduro, sobre la filtración de su último disco: Iros todos a tomar por el culo. No me extraña nada esa frase –falta verbal incluida– en boca de estos caballeros a los que he tenido la suerte de no escuchar jamás –porque me gusta la música–, pero avergüenza que un periódico que pretende no ser un simple panfleto reproduzca ese titular y para más agravio –insisto– en la sección de Cultura. Curiosamente, el disco que publicitan se llama Para todos los públicos, lo que da una idea de lo que ahora se considera adecuado para nuestros niños y adolescentes. Así estamos... 

Por último, “El Mundo” nos habla acerca de la sentencia que absuelve del delito de cohecho al señor Fabra –el del aeropuerto sin aviones–, pero al tiempo nos cuenta que los jueces dicen ignorar el origen de la fortuna de este prócer. ¿Alguien podría dar una pista a los pobres jueces e investigadores para echarles una mano en su diario sufrir?

En fin, no son los únicos titulares descacharrantes, y lo dejo porque no quiero machacar más a quienes tienen la amabilidad de leer estas páginas. Pero amenazo con seguir otro día.

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