29 diciembre 2013

Jugar con muñecas

He visto estos días en la prensa un artículo –feminista militante, por supuesto– en el que se afirmaba con rotundidad que las niñas ya no querían jugar con muñecas y que lo adecuado era darles juguetes de otro tipo, tales como cascos de mineros o cinturones para herramientas, desterrando por vejatorias todas las muñecas y elementos que las suelen acompañar.

Cuando mis hijas eran pequeñas, yo tuve una idea algo parecida y por eso les puse por reyes desde una carabina Winchester que disparaba ventosas hasta una caja de herramientas con alicates, destornilladores y todo esos instrumentos de verdad, pero ni de lejos se me ocurrió hacerles prescindir de las muñecas que también me parecían apropiadas para ellas, porque una cosa es que las mujeres deban ser iguales en derechos, pero iguales –a secas, como pretenden algunas– ni hablar.

Cuando yo era niño, digamos desde los 7 a los 12 años, casi convivía con una prima hermana siete años mayor que yo. Ni a ella, ni a mí, ni a mi hermana año y medio menor que yo, nos parecía inadecuado jugar al tejo o a los indios, y a ratos tanto mi prima como mi hermana jugaban juntas a las muñecas; ahí sí que yo me retiraba quizás para jugar solo o con amigos en un estilo más violento. ¿Pueden imaginarse actualmente a una niña de –pongamos– 17 años jugar al tejo? Yo diría que se indignaría desde su indiscutida madurez y se largaría a mandar whatsapps, hacer botellón o ir a la disco, actividades mucho más apropiadas, sensatas y trascendentes que eso de jugar al tejo. Para colmo el tejo es gratis, a ver qué gracia tiene eso.

Hay que tener mucho cuidado cuando se habla de estos asuntos, porque es normal que alguna fanática se arroje al cuello de uno con intenciones asesinas y total convencimiento de que si me elimina, elimina a un enemigo de la humanidad (al menos de su facción femeninamente fanática). Sé que me la juego.

Pero vamos a ver, ¿es que todo el mundo se ha vuelto loco?, ¿por qué traspasan a niños lo que es claramente una cuestión de adultos ya maduros?, ¿será verdad eso de que intentamos realizarnos en ellos, aunque sea al precio de privarles de infancia?, ¿qué prisa hay de que en vez de comportarse como niños normales lo hagan como adultos imposibles?

En el caso del sexo femenino se tropieza con la labor de una serie de enloquecidas feministas deseosas de conseguir que las niñas militen en su histérico posicionamiento, al igual que en África existen esos niños a los que se hace soldados y que actúan con mayor crueldad que sus mayores. Y no es lo único, el mayor mérito de estas activistas es destrozar nuestro idioma para que finalmente sólo queden unos despojos que puedan ser fácilmente digeridos por otras lenguas invasivas.

En otro artículo ese mismo día se trataba acerca de los llamados libros de estilo que han dado en publicar todo tipo de organismos y entidades, desde periódicos a sindicatos, desde gobiernos autonómicos a grandes empresas. Lo más gracioso es que en las instrucciones para el uso de esos libros es normal que se usen los genéricos sin separar masculino y femenino como después aleccionan en el contenido. Lo peor es que estos libros están normalmente escritos por seres totalmente ajenos a la lengua y la gramática, iletrados absolutos, y disponen sobre la materia tan peligrosamente como un mono que jugara con una bomba. Así se entiende que haya quienes sugieran que cada vez que un sustantivo termine con la letra o se sustituya por el signo @ –niñ@, ciudadan@, etc.–, pasando por alto que eso no es una letra y que llevamos siglos utilizando el alfabeto que ahora ellos pretenden cargarse con la mayor alegría e irresponsabilidad del mundo.

Había incluso quien encontraba cierta masculinidad en la palabra juez (¿la z quizá?) y por lo tanto sostenía que cuando se tratara de una mujer se usara necesariamente jueza (¿por qué no también juezo y abandonamos la original por obsoleta?). No quiero caer en la repetición de tópicos, pero me veo obligado a recordar que ni un solo hombre ha propuesto jamás que se diga o escriba policío, dentisto, víctimo, oportunisto, periodisto, etc. cuando hagan referencia a varones. Continuaban en el texto los desatinos diciendo –por ejemplo– que en vez de los habitantes de Soria debería decirse las personas que habitan en Soria, para evitar ese artículo masculino que al parecer ofende a muchos-muchas (personas es femenino, que es de lo que se trata). Claro que después de lo de miembras que proponía aquella ministra que combinaba analfabetismo con feminismo, qué cabe decir. Pena de bozales…

¿Conocen el caso de las fiestas de Irún llamadas “El alarde”? Bueno, ya hablaré sobre eso otro día.

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