03 julio 2015

Fiestas populares (1)

Recuerdo a quienes me leen que lo que en cada entrada cuento no es más que una personal visión del asunto que trato. Simplemente procuro decir lo que hay, según lo veo, sin apasionamientos excesivos; otra cosa es que lo consiga, pero intentarlo, lo intento. Hecho este aviso, si alguien se molesta tiene dos trabajos.

Hace más de un año, incluso puede que dos, leí un artículo de Javier Marías en que soltaba todo tipo de improperios contra las llamadas fiestas populares, y concretamente sobre las de Soria –donde él poseía una casa para descansar y concentrarse para escribir– en las que el ayuntamiento había tenido a bien colocar unos atronadores altavoces cerca de su vivienda durante todo el día –eran las fiestas locales– que no le dejaban ni pensar. Creo que se ha desprendido de esa vivienda.

De inmediato, sentí mi más firme solidaridad con el escritor, un sentimiento que venía de antiguo, tras haberme llamado desde hace tiempo la atención las características de las fiestas más conocidas. Mayoritariamente tienen como común denominador el ruido, el alcohol y alguna virgen o santo local, cuanto más ruido más se divierte la gente y eso lo saben los políticos, que satisfacen ese deseo para complacer al respetable. Del alcohol ya se ocupa cada uno. De que sepamos de esas fiestas, Televisión Española.

Uno de los objetivos perseguidos por las fiestas más ruidosas es conseguir batir un récord que le permita figurar en esa enciclopedia de la estulticia que es el libro Guinness. No todas lo consiguen, pero ahí siguen con ejemplar perseverancia, año tras año, intentando hacer la tortilla de patatas más grande del planeta, reunir el mayor número de personas cantando Asturias, patria querida, o tonterías de igual calibre. Ahora que todo el mundo se empeña en buscar sus raíces para tirarlas a la cabeza del vecino, estas fiestas suelen insistir en que sus primeras manifestaciones están en el medievo (o antes) y después en conseguir ser declaradas Bien de Interés Lo-que-sea y ser publicitadas por las administraciones locales o nacionales, para que vayan cuantos más japoneses, mejor.

Los carnavales gozan de gran tradición en todo el país, una vez que han ido resucitando tras ser prohibidos durante la dictadura. Los más famosos son los de Cádiz y Santa Cruz de Tenerife. El primero cuenta con sus características chirigotas, grupos que interpretan canciones satíricas propias, que aunque han pasado a otras poblaciones son lo más característico de aquella ciudad andaluza. Hay que estar muy en la onda local para entender la gracia de mucho de lo que cantan.

El carnaval canario, por razones que desconozco, ha ido evolucionando hasta transformarse en un trasunto de los carnavales brasileños, más concretamente del de Río de Janeiro, y por lo tanto pone el acento en el lujo de los disfraces en los desfiles y el ritmo de batucada que no sé muy bien qué tiene que ver con las islas, claro que recordando que en las manifestaciones de protesta contra algo eso de la batucada es requisito imprescindible, pues a qué buscar explicación. Para más pistas, quiero señalar el detalle de que allí llaman fantasía a los disfraces, que es exactamente como se denominan en portugués a los disfraces y que deja a las claras las fuentes en que han bebido. Lo cierto es que los turistas europeos, que no saben distinguir muy bien entre España y Brasil, colaboran al éxito de la fiesta con su presencia y su entusiasmo.

Quizás la fiesta más asociada al inicio de la primavera sea una muy popular en casi toda España, gracias a la insistencia de Televisión Española: las Fallas. No hace falta que le explique a nadie en qué consisten, y el que no lo sepa ahí tiene la Wikipedia. Sinceramente, cuesta comprender que resulte tan divertido montar terribles hogueras y atronar al personal con las toneladas de pólvora que se consumen durante estos festejos, pero es cierto que son muchos los que disfrutan del asunto, así que algo tendrá. El calor de las hogueras es tan intenso que los bomberos tienes que dirigir sus mangueras hacia las fachadas para que no se recalienten en exceso y este año hasta la fallera mayor recibió pavesas que podían haber prendido su pesada vestimenta, el bonito traje típico local, quizás el más kitsch de todos los de España. Previamente y para darle el imprescindible carácter religioso de toda fiesta española, se han llevado toneladas de flores hasta una imagen de la virgen del lugar, flores que se colocan ordenadamente alrededor de la que, por si no lo saben, es Generalísima de los Ejércitos Españoles, porque aquí gusta que lo religioso y lo castrense anden de la mano. Hasta donde yo tengo noticia, no guarda parentesco alguno con el añorado generalísimo (hay quienes de verdad lo añoran y yo conozco alguno).

La Semana Santa no es sólo todo ese alarde barroco que conocemos, hay que hablar de unas fiestas que se caracterizan por superar a veces todo lo conocido en ruido. En buena parte de Aragón –y hasta en lugares alejados de allí, como Murcia– el ruido atronador es fundamental para divertirse y me quedé alucinado cuando vi que el tambor tiene un enorme monumento, que ocupa toda una glorieta, en la ciudad de Alcañiz. Aunque donde el ruido pasa a ser una manifestación religiosa de primera categoría es en Calanda (Teruel), donde el viernes santo a las 12:00 todo el que tiene manos se pone a golpear un bombo o un tambor hasta hacer sangrar esas manos, lo que se considera extremadamente meritorio y piadoso. Se llama La Rompida de la Hora. No quiero ni pensar lo que tiene que ser encontrarse en esa localidad ese día y aborrecer el ruido como yo lo aborrezco. Claro que si usted desea no perderse estas celebraciones y no puede acudir en su momento, siempre le queda el recurso de efectuar el recorrido turístico por la llamada Ruta del Tambor y el Bombo, no olvide que el tambor tiene en España más monumentos dedicados que ningún científico o escritor.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Dos pequeñas observaciones:
1- Al "común denominador el ruido, el alcohol y alguna virgen local" hay que añadir la consecuencia de la mugre que dejan estas manifestaciones. La última muchas playas el día 24 de junio por la mañana.
2- El monumento al tambor de Alcañiz no ocupa una plaza ciudadana, aunque seguro que les gustaría a muchos de esos ciudadanos, sino un espacio entre la carretera de Zaragoza y la Estanca y está a unos 5 kilómetros de la población. Lo sitúo por si alguno de tus lectores utiliza este post como guía turística. Por si lo hacen y son amantes del ruido, el alcohol y la basura esparcida por la plaza de Alcañiz (precioso monumento renacentista) no deben dejar de asistir a la fiesta que se realiza en dicha plaza en el mes de septiembre con motivo del Gran Premio Motociclista, o algo así: mucha más mierda que en ninguna fiesta y más ruido que en Semana Santa.
¡Cuánto añoro Japón!
Angel

Mulliner dijo...

Como siempre, empecé a escribir sobre las fiestas y si me descuido hago una -mala- guía turística nacional, así que a cortar y dejarlo en dos partes. Quité lo de las hogueras de San Juan, que me parece una manifestación más propia de los hutus que de europeos y no me lo podía creer cuando vi en televisión la basura abandonada en las playas.

Del monumento al tambor tengo un recuerdo vago porque lo vi hace varios años y, la verdad, no recuerdo dónde caía, sólo sé que no me lo podía creer.

Caray, pensando en las fiestas, hasta yo añoro Japón (y no lo conozco), sobre todo al soportar como en este momento media docena de perros ladrando por las cercanías (son las 00:14), sin embargo reconozco que no acabo de encajar la idea de Japón como país educado y que España sea el país más ruidoso del mundo... detrás de Japón.

Anónimo dijo...

Quizás es que Japón, país tan estricto y cuidadoso, mida el ruido donde se debe medir y aquí lo hagamos donde les interese a los ayuntamientos. Hemos estado en las fiestas de la Sakura en Tokio durante 12 días este año y te puedo asegurar que a pesar de los miles de personas que asistían en parques y jardines a las festividades hacían menos ruido que en una misa de 12 de domingo y había menos papeles y desperdicios que en la pista de aterrizaje y despegue de un Concorde. Ya me entiendes.
Pero sí que son sorprendentes las estadísticas.
Angel

Anónimo dijo...

Te has olvidado (supongo que porque todo no cabe en una entrada)de algunas manifestaciones festivas emblemáticas de nuestro país, como los sanfermines, el Rocío o la feria de Sevilla. Tampoco citas como parte del denominador común a los toros, en sus diversas modalidades, desde los encierros hasta los de fuego, con su dosis de "accidentes" cada año. Ni nada dices de las tomatinas, las "vinolinas" y otros portentos festivos. ¡Qué país y qué paisanaje!
Luis G.

Mulliner dijo...

Hombre, dame el beneficio de la duda... si en el nombre de la entrada pone un (1), hay que esperar a ver qué dice el (2 en este caso), donde entre otras cosas creo recordar que aviso de que no pretendo ser exhaustivo. La verdad es que puesto a espantarse de las aficiones patrias, da para una enciclopedia de los horrores. De momento, cuando me hablan de fiestas populares saco la pistola.

Anónimo dijo...

Tendré paciencia, a pesar de que lo de la Blanca Paloma y los churumbeles por los aires consumen mi acrisolada condescendencia y mi arraigado sentido de la tolerancia.
Luis G.