18 agosto 2015

Juventud como estado permanente (1)

Ya lo he dicho por aquí en alguna ocasión, pero sigo lamentando no haber nacido en los años 80 del siglo pasado, en vez del desastroso momento histórico en que vine al mundo. Eran años de guerra en Europa y de posguerra en España, pobreza generalizada por lo tanto –y no sólo económica– y poco lugar para la alegría y la diversión. Cierto que nací en una familia aceptablemente acomodada, pero es que entonces ese entorno sufría más privaciones que la clase media actual.

Hay algo que me parece que los jóvenes ignoran y los mayores parecemos no recordar: nunca en nuestra historia los españoles hemos disfrutado del nivel de bienestar y riqueza que hemos tenido durante casi treinta o cuarenta años hasta que hace unos ocho nos alcanzó de lleno lo que unos llaman crisis y otros llamamos reordenación de la estructura capitalista, de la economía de mercado si prefieren ese eufemismo. A su inicio, dirigentes europeos afirmaron que había que refundar el capitalismo; con esas exactas palabras lo anunció Sarkozy ¡y vaya si lo refundaron! En toda Europa y especialmente en España han aumentado los ricos y han aumentado los pobres. La clase media, simplemente se ha reducido.

Recordemos que el imperio español no supuso riqueza alguna para los españoles, al contrario de otros imperios europeos que, aunque poco, algo mejoraron las condiciones de vida de parte de sus súbditos y sirvieron para crear una burguesía que más tarde iniciaría la revolución social e industrial en esos países.

Cuando yo era niño, todo lo que se producía estaba pensado para los mayores, aunque se nos etiquetase de reyes de la casa, el verdadero rey era el padre, ése a quien correspondía comer huevos, según el dicho. La música, el cine, las boîtes, la diversión en general, estaba orientada a mayores; todavía me acuerdo de la rabia que me daba no poder entrar a ver Siete novias para siete hermanos, que era para mayores de 16 años, claro que eso era por otras razones. Hoy, todo está pensado para los jóvenes y hasta es difícil encontrar una película que merezca ser vista, porque la práctica totalidad está orientada a mentes inmaduras, por no emplear un calificativo más grueso; esta semana, por ejemplo, de 6 películas estrenadas, 5 están clasificadas como apropiadas para jóvenes y una para adultos-jóvenes; ninguna dedicada a los adultos a secas. Se han hecho más películas de animación en lo que va de siglo que en todo el siglo pasado desde que se inventó el cine de animación y respecto al cine de efectos especiales cubren el resto hasta –es una estimación mía– un porcentaje cercano al 90%. ¿Quién podría imaginarse una Casablanca hecha hoy sin esos benditos efectos? El caso es que los jóvenes se sienten el centro del universo y los mayores se infantilizan.

Vi hace un par de días una foto actual de uno de los protagonistas masculinos de la serie Friends e imaginé que debe encontrarse absolutamente desconcertado al descubrir que las canas o los kilos de más no son maldiciones reservadas a los demás. En general, es frecuente encontrar en la prensa declaraciones de actores, españoles o extranjeros, masculinos y femeninos, quejándose de que salvo unas pocas excepciones es imposible encontrar quien los contrate una vez que se acercan a la cincuentena. No comprenden un sistema con el que ellos mismos han colaborado, donde al atributo más valorado –casi el únicoes la juventud y la belleza que le acompaña; cuando superan esa etapa es lógico que estén acabados.

Porque eso es algo que cada vez que lo contemplo me produce asombro: existe entre la mayoría de los jóvenes la convicción de que esa característica etaria está muy por encima de cualquier otra y que además si son jóvenes es gracias a su extraordinaria valía e inteligencia y que les durará siempre, al contrario de los mayores, que lo son por su torpeza e ineptitud. No se me borra de la memoria el joven al que entrevistaban en la televisión –hace tiempo de esto– sobre qué pediría al gobierno y soltaba sin despeinarse que creía que debería subvencionarse la gasolina a los jóvenes, porque tienen una gran gasto por ese concepto, en especial los fines de semana. Tampoco olvido a esos que en comentarios en la prensa digital solicitaban que al cumplir los 60 retiraran el carnet a esos conductores por viejos. Angelitos...

Una confesión: no es cierto que lamente haber nacido cuando lo hice, me espantaría tener ahora 20 ó 30 años, aunque no me disgustaría volver a los 50, (pero no a mis 50, no quiero repetir episodios).

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