23 julio 2016

Porque tú lo vales

Creo que el título que he escogido corresponde a alguna frase lapidaria de un anuncio ‒con tuteo de coleguilla incluido‒, y como suele ocurrir con esto de los anuncios, me acuerdo del eslogan, pero no del producto. El caso es que la afirmación me parece un magnífico enunciado de lo que desde hace no tantos años se intenta imbuir en las mentes de los ciudadanos.

Me refiero a esa peregrina idea de que todos somos maravillosos y que nos merecemos todo lo del mundo ‒menos un contrato indefinido‒ gracias a nuestras características personales y a lo bien que las gestionamos. En esta época de buenismo desenfrenado parece que no hay nada que merezca la calificación de desagradable ‒salvo los toros y los toreros‒ y por el contrario toda anomalía encuentra su legión de comprensivos.

Hace algún tiempo ya publiqué una entrada sobre los obesos donde hablaba sobre las repentinas tolerancia y estima hacia las personas que poseen un tonelaje excesivo se mire como se mire. Es este tema el que más me llama la atención, sobre todo ahora que con la excusa de la belleza de las mujeres con curvas ‒detesto a esas espátulas con cara de mala leche que llaman modelos‒ pretenden meternos de matute mujeres con un peso que las aleja definitivamente de la consideración de seres normales. Concretamente, leo estos días en la prensa que está barriendo en la red ‒una frikada más de YouTube‒ una mujer que baila uno de esos bailes espasmódicos tan de moda pese a que en balanza da nada menos que 172 kilos. Eso no es una mujer curvy, eso es sin más rodeos una enorme foca que para colmo pretende culpar de su sobrepeso a una dolencia y al tiempo confiesa que come como una fiera.

Todos los seres frikis o peligrosos son constantemente animados a quererse a sí mismos ‒espero que Rajoy no vea esta campaña, sería sobredosis‒ sean como sean y vengan de donde vengan. Ahora todo el mundo, por miserable que sea, merece ser animado a continuar siendo de la misma forma. Es falso que ése sea el auténtico sentir general pero a muchos les hace ilusión decirlo.

Teniendo en cuenta que casi todos los seres humanos consumimos o nos vemos obligados a consumir los mismos productos, no es de extrañar que la publicidad intente atraer a los extravagantes o raros repitiendo machaconamente eso de porque tú lo vales. Da lo mismo que uno sea alto o bajo, débil o fuerte, torpe o ingenioso, la publicidad no quiere dejar a nadie al margen y para eso halaga a quien se le ponga por delante.

Como es natural, esto produce que muchos alcancen el éxito, a veces sin merecerlo y las más de las veces rebosantes de soberbia. Leí una frase del entrenador Mourinho que es ilustrativa de este convencimiento y alarde de la propia valía: No soy el mejor del mundo, pero creo que no hay nadie mejor que yo. Definitivo, ¿no?

Personajes mediocres, pero convencidos de su excepcionalidad, estallan de autocomplacencia en buena parte gracias a los halagos de otros que son todavía más mediocres. Un ejemplo de manual sería José María Aznar, que consiguió encandilar a muchos patriotas españoles y hasta al as mundial de los mediocres, George W. Bush, al que se le veía entusiasmado de ser el primer presidente de los EE.UU. con palanganero europeo propio. Por lo visto exigía cosas que ni el propio Blair aceptaba concederle.

Y hablando de Bush, ¿han visto el vídeo que el otro día salió en la prensa donde el ex presidente, cogido de las manos de su esposa y de Michelle Obama, bailaba en el funeral por los policías asesinados en Dallas, mientras esta última y el propio Obama le miraban temerosos ‒al principio‒ de que se hubiera vuelto loco (vídeo)? Es un consuelo, no somos los únicos en elegir a un presidente tonto de remate, los EE.UU. son nuestro permanente ejemplo y allí ya tienen cierta práctica en escoger lo peorcito. Si lo dudan, esperen a noviembre.

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