03 septiembre 2016

Escuche bien

Adivine quién no escucha a quién (aunque lo oye)
Estaba hace unos días atendiendo al telediario de TVE de las 15:00 y más concretamente lo referente al terremoto que había tenido lugar en Amatrice (Italia), cuando algo que dijo la corresponsal me quitó las ganas de continuar y apagué el televisor. Describía las peripecias y esfuerzos de quienes intentaban rescatar a los enterrados bajo las casas desplomadas, y aclaró que «la búsqueda la hacían en silencio para poder escuchar cualquier sonido producido por los sepultados».

¿Le ha llamado la atención algo de lo que he escrito en cursiva? Si no es así, usted también ha sido poseído por el mismo problema que la mayoría padece y que en buena parte nos ha sido contagiado por los hablantes de otras latitudes y los más ignorantes de los españoles: la imprecisión en el habla. He escrito allí  poder escuchar y eso es algo que usted y cualquiera pueden hacer en cualquier lugar y circunstancia, puesto que escuchar es según la Real Academia de Lengua −porque así ha sido desde siempre− «Prestar atención a lo que se oye» o si lo prefiere «Aplicar el oído para oír algo» y así lo usábamos todo el mundo hasta no hace tantos años, aunque la mayoría lo ha olvidado. Fíjese que de ninguna manera para hacer eso se requiere estar en silencio, puesto que escuchar no es más que activar una capacidad de nuestra voluntad para hacer uso del sentido del oído. Otra cosa es que el ruido circundante le impida oír nada y por lo tanto pida silencio.

Ocurre algo peor con la frase tan repetida en los telediarios donde se afirma que alguien "escuchó" un disparo. Está muy claro, si no sabía que el disparo se iba a producir no podía prestar atención y por tanto lo más que podía hacer era "oír", porque escuchar sólo sería posible, en el mejor de los casos, a partir del segundo disparo.

El oído ya es otra cosa, y oír sí que requiere la suspensión de cualquier otro ruido para poder escuchar lo que nos interesa. Por decirlo de otra forma, yo puedo intentar escuchar lo que se dice u ocurre en Amatrice, pero el resultado será nulo porque estoy a mil quinientos kilómetros de distancia. Si estuviera allí, solicitaría el silencio de todos para poder oír cualquier sonido emitido por un hipotético superviviente. Por lo tanto, lo que la ignorante corresponsal de TVE debería haber dicho es que «la búsqueda la hacían en silencio para poder oír cualquier sonido producido por los sepultados».

Suelen compararse los verbos «oír» y «escuchar» con los equivalentes del sentido de la vista, «ver» y «mirar», en cuyo uso poco a poco y por desgracia se va imponiendo el mismo error. Por hacer una comparación paralela y volviendo al caso de inicio, imaginemos que hubiera una densa nube de humo que impidiera a la corresponsal ver los daños producidos en las edificaciones de Amatrice y ella dijera que el humo no le permitía «mirar». Está claro que mirar puede hacerlo todo lo que quiera, pero para ver necesita eliminar obstáculos, como el que supondría ese humo.

Si usted es una de las escasas personas que no comete ese error de decir «escuchar» cuando lo que quiere decir es «oír», debo pensar que lee esto impulsado por la curiosidad de lo que digo y cómo lo digo. Si pertenece a la gran mayoría que comete el error a diario, me gustaría que lo que explico le ayude a no soltar ese disparate que deja en mal lugar al hablante. Recomiendo la lectura del libro «Guía práctica del neoespañol» de Ana Durante (es un pseudónimo) en especial el capítulo 2, donde se señalan los numerosos errores que escuchamos a diario y los peligros que acechan a la supervivencia del español, incluyendo esta lamentable sustitución del verbo oír por escuchar.

¿Que le da lo mismo todo esto o que lo importante es que se le entienda? Bueno, puede darle lo mismo si usted es de esos a los que no importa que el idioma que habla se vaya degradando día a día y que dentro de algún tiempo ya ni nos entendamos, porque la capacidad de expresar algo mediante el lenguaje se habrá hecho imposible. Será quizás una regresión al Homo neanderthalensis que, según parece, se comunicaba por gruñidos; eso sí, ahora sería a través de smartphones. Qué más da.

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