09 mayo 2017

Algo más de ¡que inventen ellos!

Ya he dicho en una entrada casi reciente lo decepcionante que resulta ver que mientras en Europa la ciencia investigaba, se componía música, se evolucionaba en todos los sentidos, en este país nuestro, de uno a otro extremo, nos dedicábamos a rezar y a gastarnos el dinero en guerras para obligar a los holandeses a ir a misa. Todos conocemos la airada frase de Unamuno ¡que inventen ellos! a la que se le ha dado todo tipo de interpretaciones, en un sentido y en el contrario, pero que en todo caso es un recordatorio de la pobreza investigadora en que hemos vivido y seguimos viviendo. Si cualquier actividad intelectual significa pasarlo mal, la investigación en España es sufrir desprecio y minusvaloración, porque un investigador no es por lo general un triunfador en lo económico. Y no es este gobierno el que trabaja para que deje de ser así.

Para mí que sin duda esa falta de interés oficial por la investigación es un reflejo de la falta de interés de la población por esa actividad y, salvo raras excepciones, vemos con naturalidad que España sea uno de los mayores productores mundiales de coches... fabricados con patentes extranjeras, porque no existe ninguna marca genuinamente española. Apenas si hay aparatos electrónicos diseñados aquí y hasta los televisores son importados o fabricados con licencia, cuando en los años 60 y 70 había marcas totalmente españolas, ahora recuerdo al menos dos ya desaparecidas: Iberia y Werner.

De todo lo relacionado con la industria de vanguardia, química o farmacéutica más o menos lo mismo, y si alguna había o hay que funcionara con patentes españolas, empresas extranjeras se apresuran a comprarlas o simplemente echarlas del mercado.

Apenas si destacamos en algo y si lo hacemos viene de inmediato el martillo que golpea al que sobresale, últimamente lo relativo a las energías renovables, en lo que avanzábamos de manera señalada hasta el punto de despertar la atención de otros países europeos y de EE.UU., pero no sé si el lobby de las eléctricas o simplemente la ineptitud del gobierno les ha dado un palo del que difícilmente se levantará, porque otros países ya están tomando la delantera.

Aquí se alienta de boquilla a los emprendedores, pero he podido leer que la grandísima mayoría de ellos piden financiación para... poner un bar en alguna de sus variantes y lo gracioso es que pese a todo y a la abundancia de esos establecimientos, tienen más posibilidades de conseguir ayudas que quienes lo solicitan para un proyecto de investigación o fabricación de un nuevo producto. Hasta ahí llegamos.

¿Me estoy refiriendo tan solo a los llamados bienes de consumo? Ni mucho menos; no pasarán muchos años para que hasta el idioma que hablamos tenga que pagar patentes a ese idioma inglés que ojalá conociéramos todos, pero que deberíamos también mantener lo más apartado posible del nuestro, pues el descuido habitual y la estupidez de muchos nos hará terminar como algunos países hispanoamericanos que hablan actualmente una lengua excesivamente mestiza o Brasil que cuidadosamente ha ido cargándose el bello idioma portugués con infiltraciones del inglés que ya han gusaneado totalmente la lengua y poco pueden hacer los portugueses para evitarlo, algo más de 10 millones frente al gigante brasileño con más de 205 millones.

Leo con frecuencia la expresión «entrar en pánico» en la prensa y, peor todavía, el autor de un comentario en una noticia escribía que se sintió «empanicado», para intentar expresar que algo le había producido pánico en algún momento. ¿Pero qué es esto, cualquier memo se inventa el verbo que le viene en gana? Pues sí, coincide el advenimiento de un analfabetismo generalizado −un universitario no es normalmente capaz de escribir dos líneas sin incluir alguna falta de ortografía−, con la creencia de que apoyándose en aquello de que el lenguaje es algo vivo, cualquiera puede intentar matarlo, inventar lo que le parezca. Es más, existe una web −onoma.es− que le anima a inventarse un verbo y le facilita la supuesta conjugación en todos sus tiempos.

El inglés es un idioma en el que casi cualquier sustantivo puede volverse verbo, pero el español no es el inglés. Ellos tienen el verbo panic que podría traducirse por «dejarse llevar por el pánico» o «ser presa del pánico» y, claro, esto es demasiado largo para los impacientes hablantes, así que sin más conocimiento de gramática y quizás suponiéndose tan capacitado como un antiguo monje del monasterio de Yuso suelta lo que se le viene a la cabeza, no en una conversación informal, sino en un comentario en uno de los principales diarios del país o en cualquier medio de comunicación. He podido ver una consulta en Fundeu donde una señorita preguntaba si se debía decir «empanicada» o «apanicada». Una erudita escrupulosa.

Como suelen decir estos ilustres creativos: «lo importante es que se me entienda, ¿no?». Pues no.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado eso de que "apoyándose en aquello de que el lenguaje es algo vivo, cualquiera puede intentar matarlo". Plasma de maravilla la pataleta que se asoma ante el aluvión de palabros, calcos y las muy meditadas, consecuentes y firmes decisiones de la RAE: si fuera posible, devolvería el idioma por mal servido, estropeado y manoseado. Venía buscando consuelo o vergüenza con la expresión "entrar en pánico", porque si lo de entrar en barrena me parece bien, ¿no será aceptable/-ado eso otro?
Gracias por divertirme y reconfortarme. Un saludo cordial

Mulliner dijo...

Lo primero, gracias por su muy amable comentario. En cuanto a lo de "entrar en barrena" o en pánico, a mi modesto entender que lo primero, igual que "entrar en picado", son frases ya consagradas y que incluso no tienen alternativa. Por el contrario y relativo al pánico, ya existen usos establecidos y no creo que se necesiten cambios. Todo va en gustos, pues mi hijo y otros jóvenes usan con frecuencia eso de "no te rayes" (creo que es con "y") sustituyendo más o menos a "no te mosquees" o "no te molestes", porque los jóvenes y menos jóvenes gustan de innovar usos con frases que, pasado un tiempo, desaparecen una vez que esa generación se hace mayor.